Tarde del lunes de carnaval (un
día antes de ese martes que da título a la obra del genial Valle Inclán). Nuestro colegio, gracias a una iniciativa de la AMPA y con la colaboración
del ayuntamiento, se dispone a vivir una tarde de actividades extraescolares.
Donde normalmente priman los
horarios, las carteras y mochilas, los cuadernos y bocadillos,… y una necesaria
rutina para que un centro -que debe armonizar las actividades para alumnado
desde infantil de tres años a segundo de ESO- funcione, hoy, esta tarde gris y
plomiza de febrero, el patio se ha visto invadido de colores, de música, de
risas, de alboroto y nerviosismo de niños y niñas disfrazados y de madres y
padres reporteros y de maestros y maestras (como niños) y ha rebosado hacia las
calles de Añora.
En la escuela, a diario, se
explican muchas lecciones que –sin duda- resultan beneficiosas y ayudan a
formar a las personas. Pero también, en la escuela -a veces- se hace magia y se
viven otras lecciones que resultan tan prescindibles como inolvidables.
La tarde de este lunes de
carnaval ha sido una de esas lecciones. Cuánto hemos aprendido y cuánto hemos
disfrutado. Difícilmente se nos podrá olvidar. Cada uno contará unos motivos,
emociones o sentimientos, pero esta lección -que no viene en ningún libro ni
página de internet- siempre quedará en la memoria de los participantes y en
especial de los niños y niñas, que son los verdaderos protagonistas.
No me cabe duda de que para ello
no habrá que repasar ni mandar ejercicios.
Juan B. Escribano 10/02/2016
13 de febrero de 2016, 4:42